Los antivirus tradicionales fallan porque reaccionan lentamente a las amenazas nuevas. Y, en definitiva, porque son “torpes”. Utilizamos capas de tecnología como detección de anomalías (una forma perspicaz de inteligencia artificial), comparación de comportamientos y refuerzo de aplicaciones para destruir malware que no se había detectado jamás. Por lo tanto, no se parece mucho a un antivirus tradicional.